A principios de siglo pasado, el principal cultivo de nuestros campos era el trigo. La cosecha de trigo sin contar con las maquinarias actuales, se hacia en forma casi artesanal insumiendo una gran cantidad de mano de obra. Tan es así que algunas familias de inmigrantes, escribían a sus paisanos para que vinieran a trabajar o bién mandaran a sus hijos jóvenes.
La historia que traemos hoy corresponde a un joven italiano que llegó del barco a Buenos Aires y de ahí en tren a Carmen, en vísperas de la Navidad, para trabajar en la cosecha de trigo con Don Fiorentino Dalio.
Así nomas como llegó del tren, pasó al campo a trabajar.
Al final de una ardua jornada, exhausto por el trabajo, cansado por el viaje y mal alimentado se encontró con una comida que él no conocía.
En un tacho de esos que se usaron para aceite, cortado al medio, puesto sobre fuego, hervía agua en la que empezaron a cocinar choclos que sacaban de un lote vecino al que estaban trillando, la época de trilla coincidía con las plantas de maíz dando sus choclos.
Ante algo que no conocía, probó con desconfianza, pero ante el hambre atrasada y el buen sabor de los choclos frescos, empezó a ingerir en cantidad, lo que le valió un comentario de Don Fiorentino advirtiéndole de que no comiera demasiada cantidad:
- Non mangia troppo
Mas allá de la recomendación el joven italiano siguió comiendo mucho mas allá de lo recomendado.
Avanzada la noche, cuando todos dormían se oye la voz del muchacho que decía:
-DON FIORENTINO, DON FIORENTINO, NON POSSO PIÚ!!
Al verlo que estaba mal, volvieron al pueblo a verlo al Dr Pergolani. Aunque los médicos están acostumbrados a que los despierten a cualquier hora, no podía ocultar su fastidio.
Don Fiorentino le cuenta lo sucedido y el médico ordena:
Vayan a la farmacia que le preparen esto, y consigan un tacho de 20 litros y dos maderas.
A los pocos minutos el médico sentó al joven en un asiento formado por las dos maderas, sobre el borde superior del tacho y le dió a tomar un par de cucharadas de la purga que había hecho preparar en la farmacia; recuperándose el susodicho en un corto lapso de tiempo
Este joven, con el tiempo se transformó en un importante empresario en la ciudad de Buenos Aires. No sé si vivirá, pero seguramente habrá recordado para siempre su primera noche en el campo en Carmen.
PD: Las fotos corresponden a las maquinas Corta y Trilla de Don Fiorentino Dalio