Durante mucho tiempo y antes de que se tecnificaran las tareas de cosecha, almacenamiento y traslado de los cereales, como se hacen en la actualidad, las tareas de embolsado manual y el almacenamiento en estibas de los cereales era una actividad muy común en nuestras localidades.
El cereal se traía en bolsas y se almacenaba en altas estibas, dentro de los galpones del ferrocarril, a la espera de los trenes que lo llevarían a sus destinos, principalmente a los puertos para su exportación o algún molino harinero.
El trabajo de estiba, necesitaba de una importante cantidad de mano de obra, y los estibadores, estaban especialmente capacitados para llegar con las pilas de bolsas hasta el techo, manteniéndolas trabadas unas con otras para que no haya desplazamientos de las mismas, y formando una escalera que permita apilar y después sacar, manteniendo la firmeza de la estructura y la integridad de las bolsas.
Cómo en toda actividad, teníamos los forzudos que hacían ostentación de su capacidad y muchos otros que sus hazañas solo tenían lugar en las mentiras de los boliches.
Siempre era necesario el trabajo en equipo y por etapas, ya tanto sea para subir como para bajar bolsas.
En el caso que contamos hoy, estaba un personaje de nuestro pueblo, de contextura física pequeña, en el momento que estaban bajando bolsas de la parte mas alta, las mismas debían ser bajadas, hasta un peldaño inferior y de ahí recién se la alcanzaban a los acarreadores para llevarlas al vagón.
En este caso, nuestro personaje, le pega el grito al que esta arriba:
-PARE Y LARGUE, QUE SOY DE CARMEN!!
(Le pedía que en vez de alcanzar la bolsa a la otra persona que estaba mas abajo, la tirara desde arriba, que él la agarraría y la llevaría)
Como era de esperar, nuestro hombre terminó sepultado por la bolsa.